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La ciudad de Zaragoza cuenta con más de dos mil años de historia. La población más antigua documentada data del siglo VII a. C., en los restos de unos poblamientos del final de la edad del Bronce. Las primeras noticias de un asentamiento urbano datan de la segunda mitad del siglo III a. C. y nos hablan de una ciudad ibérica llamada Salduie que se identifica con el nombre de «Salduvia» en un texto de Plinio el Viejo.28
 
La ciudad romana de Caesaraugusta fue una colonia inmune refundada sobre la ciudad ibera por Octavio Augusto con veteranos de las guerras cántabras entre el año 25 y el 12 a. C., muy probablemente el 14 a. C.28 Entonces tenía una planta rectangular y una extensión de 47 hectáreas, coincidente con el trazado urbanístico del actual casco antiguo, y su perímetro estaba delimitado por la calle del Coso al sur y al este, la avenida de César Augusto al oeste y el río Ebro al norte. Poco después se convirtió en el centro urbano más importante del valle medio del Ebro. La ciudad no decayó durante el Bajo Imperio.
 
El año 452 fue conquistada por los Suevos y el 466 por los Visigodos, que la incorporaron al reino de Tolosa. También tuvo que soportar el asedio franco el 541 y numerosos ataques de los vascones.
En el siglo VII su sede episcopal conoció un periodo de esplendor con las figuras de los obispos Braulio de Zaragoza y Tajón. El año 714 fue ocupada por el sarraceno Musa ibn Nusair y se convirtió en un centro musulmán importante llamado «Medina al-Baida Saraqusta» (Zaragoza la Blanca), que Carlomagno intentó ocupar sin éxito el año 788.
 
En el siglo IX los Banu Qasi, procedentes del conde visigodo Casio (muerto el 25 de febrero de 715) que se convirtió pronto al islam, la convirtieron en capital de sus extensos dominios independientes poco después del 852 con Musa ibn Musa, el conocido en la tradición cristiana como el «Moro Muza», hasta que el emir Mohamed I les compró Zaragoza en 884 por 15.000 dinares de oro. Decayó el poder de los Banu Qasi y en 890 obtuvieron la hegemonía los tuyibíes, yemeníes provenientes de Calatayud y Daroca, cuando Muhammad Alanqar pasó a ser el gobernador de Zaragoza.
 
Capital de la frontera superior con los reinos cristianos bajo el califato Omeya, y gozando de cierta autonomía respecto del poder central, la ciudad musulmana del siglo X incluía otras comunidades: la judería y el barrio mozárabe. Tras la descomposición del califato de Córdoba, se erigió en la capital de un importante reino, la Taifa de Saraqusta, en 1018, con el reinado del tuyibí Mundir I.
 
El periodo de esplendor de la ciudad islámica se dio en el siglo XI, especialmente con el reinado de Al-Muqtadir (1046-1081), ya perteneciente a la dinastía de los Banu Hud, quien amplió su reino con la anexión de la taifa de Tortosa y la taifa de Denia y sometió a vasallaje a la de taifa de Valencia, e hizo construir un espléndido palacio fortificado de recreo: la Aljafería, cuyas obras comenzaron en 1065. La dinastía hudí consiguió mantener su independencia frente al Imperio almorávide y a la presión de un joven reino de Aragón, hasta que en 1110 la ciudad tuvo que ser entregada al poder morabita, quien puso al frente de la gobernación de la urbe al exregidor de Valencia Muhammad ibn al-Hayy. En 1115 le sustituyó Ibn Tifilwit, quien nombró visir al gran filósofo Avempace.
 
Con la ayuda de occitanos y aragoneses, Alfonso I el Batallador pudo conquistar Zaragoza en 1118, que se convertiría pronto en la capital del Reino de Aragón, siendo la sede en la que se coronaron los reyes de la Corona de Aragón. La población musulmana se tuvo que trasladar fuera de los muros de la ciudad, donde fundó el nuevo barrio de la morería, mientras que el núcleo urbano era repoblado por francos y dado en feudo a Gastón IV de Bearne.
 
Desde el final del siglo XIII fue el centro de la Unión Aragonesa (asociación de nobles para limitar el poder real y mantener sus privilegios), hasta que ésta fue derrotada por Pedro el Ceremonioso el año 1384. La unión dinástica de la Corona de Castilla y la de Aragón la transformó en una ciudad más de la monarquía de los Austrias. El establecimiento de la Inquisición fue causa de importantes revueltas y del asesinato del inquisidor Pedro Arbués en 1485. En el siglo XV se incorporaron a la ciudad los arrabales de labradores de San Pablo y de pescadores de las Tenerías. Durante el reinado de Fernando el Católico se fundó la universidad y se construyó la Lonja. La expulsión de los judíos en 1492 y de los moriscos en 1609 provocaron un cierto estancamiento en su crecimiento, pero a pesar de eso, no dejó de ser una ciudad importante (con 25.000 habitantes en 1548).
 
Fue escenario de revueltas a causa del encarcelamiento de Antonio Pérez, secretario de Felipe II, que procesado por orden del rey, se acogió a la protección de los Fueros Aragoneses el año 1591. Los disturbios acabaron con la ejecución del Justicia Juan de Lanuza y la introducción de algunas restricciones en sus privilegios. Durante la Guerra de Sucesión, la ciudad, en defensa de las libertades y soberanía de Aragón, de sus instituciones y del Derecho aragonés, se declaró partidiaria del archiduque Carlos de Austria. Al ser conquistada por las tropas borbónicas, perdió la autonomía de la que había disfrutado hasta aquel momento (1707), y que sólo pudo recuperar brevemente en 1710, al derogarse sus fueros por los Decretos de Nueva Planta, con lo que la ciudad dejó de ser sede de importantes instituciones del Reino de Aragón.
 
Durante el siglo XVIII la población pasó de 30.000 habitantes (1725) a 43.000 (1787). En 1760 se produjo un motín paralelo de Esquilache, y en 1776 se fundó la Sociedad Económica de Amigos del País.
 
 Durante la Guerra de Independencia (1808-1814), Zaragoza resistió los enfrentamientos con las tropas francesas. En la guerra contra Napoleón se hizo famosa por toda Europa por sus asedios, siendo un símbolo de la resistencia a Napoleón. En el primer asedio (junio-agosto de 1808), el general Verdier tuvo que desistir de tomarla. En el segundo asedio (final diciembre 1808-21 enero 1809) capituló después de una serie de combates violentísimos, donde la población colaboró de forma heroica con las tropas de los defensores, a las órdenes de José de Palafox, que se encerró con 30.000 hombres. Moncey y después Lannes dirigieron el segundo asedio. Se calcula que murieron 8.000 franceses y 40.000 defensores, ya que dentro de la ciudad se propagó una epidemia de tifus. Durante las Guerras Carlistas el general carlista Juan Cabañero intentó ocupar la ciudad la madrugada del 5 de marzo de 1838, pero fue rechazado por la guarnición. El 2 de enero de 1854 hubo un intento frustrado de pronunciamiento.
 
El cólera de 1885 causó muchas víctimas. Sin embargo, el año 1900 la ciudad tenía unos 100.000 habitantes. También en el siglo XIX se produjeron las primeras transformaciones importantes que han configurado la ciudad actual: el emplazamiento de la estación de ferrocarril (estación del Norte), que generó un núcleo residencial e industrial, y la construcción paulatina del paseo de la Independencia (iniciado en 1815), con sus porches, que creó un eje que iba desde el Coso hasta la Huerta de Santa Engracia y articulaba el crecimiento hacia lo que constituiría el ensanchamiento de principios del siglo XX, con la Gran Vía y el paseo de Sagasta como calles principales. A finales del s. XIX se convirtió en el foco de una fuerte inmigración rural atraída por el reciente proceso de industrialización de la ciudad.
Al principio del siglo XX, el cultivo de la acelga y la industria azucarera determinaron la aparición de una burguesía industrial que animó los movimientos regeneracionistas de la Liga Nacional de Productoras (1899) y la Unión Nacional (1900) de Joaquín Costa y Basilio Paraíso. Se produjo una inmigración rural, la aparición de un proletariado y el crecimiento de la ciudad (urbanísticamente de manera concéntrica en torno a un núcleo primitivo). La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) fue la organización sindical más fuerte con una gran diferencia. Hecho destacado el asesinato del cardenal Juan Soldevila y Romero (4 de junio de 1923). El 19 de julio la guarnición, mandada por el general Miguel Cabanellas, conquisto fácilmente la ciudad, que se vio rodeada por las columnas catalanas (otoño de 1936) y durante la ofensiva de Belchite.
 
Durante la dictadura franquista se reabre la Academia General Militar y se instaló la Confederación Hidrográfica del Ebro. Después de diversos planes urbanísticos que completaron el trazado del siglo XIX, se produjo en los últimos treinta años del siglo un enorme crecimiento del casco urbano con la superación de la barrera natural que constituye el Ebro, y que ha llevado a la construcción de populosos nuevos barrios.
 
Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días, Zaragoza ha seguido pujante, siendo actualmente la quinta ciudad de España en términos demográficos.

 

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